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miércoles, 25 de febrero de 2015

De perdidos a las "Kifas"

La crisis financiera global de los últimos años ha afectado a Grecia en mayor medida que al resto de países. Desde 2009 vio incrementada su deuda pública desde un 3.4% a un 12.7%; en 2010 sufrió su primer rescate comunitario y, tan sólo dos años más tarde, necesitó un segundo rescate. Hoy, ya en 2015, la deuda pública griega asciende al 185% del PIB.
Desde la Unión Europea (UE), se les han impuesto duras medidas y recortes presupuestarios cuyos efectos sobre la sociedad han sido más que devastadores: más del 27% de la población adulta está en paro, un 35.7% se considera población en riesgo de exclusión, y, en el ámbito político, comienzan a emerger formaciones políticas de extrema izquierda e incluso de ultraderecha, que contribuyen a enrarecer la situación social y política del país.
Dentro de las medidas impuestas, y ante el colapso de la sanidad (deuda hospitalaria astronómica a proveedores, desabastecimiento farmacéutico, y sobresaturación de los servicios de salud) en 2014, el Parlamento griego aprobó la ley que reformaba su sistema sanitario, cuyo principal objetivo establecía la sustitución del sistema de policlínicas especializadas por una red más centrada en la atención primaria. Según datos del Ministerio de Sanidad, de los más de 72.000 médicos griegos (1 por cada 145 ciudadanos), únicamente el 3.5% son médicos generales, frente a la media europea de hasta un 10% de médicos de cabecera. Para mejorar este punto, pretendían fortalecer la plantilla de médicos a través de médicos internistas y pediatras. Uno de los puntos más controvertidos de esta ley es el que modifica por completo al Organismo Nacional de Atención Médica (EOPYY), que pasa de ser el prestador de servicios médicos a comprador de éstos, pues su única función será la de contratar médicos ajenos al sistema, o clínicas privadas donde derivar a pacientes que el sistema público no pueda atender. Cerca de 6.000 facultativos que antes trabajaban con contratos de media jornada en las policlínicas pasan al cupo de reserva laboral, recibiendo el 75% de su sueldo durante un máximo de 8 meses, al final de los cuales, habrán sido asignados a otro puesto o despedidos.

Una de las policlínicas clausuradas
No nos engañemos, ésto es un paso hacia la privatización de la sanidad pública griega, donde el EOPYY se convierte en una aseguradora, que compra los servicios, en nombre del asegurado, a proveedores ajenos para ofrecer atención primaria y especializada. La ley de 2014 no es más que el culmen de una serie de medidas asfixiantes para la sanidad pública: el gasto sanitario total se redujo al 6% del PIB, y el gasto farmacéutico cayó a menos de la mitad, instaurándose el copago farmacéutico. Los hospitales públicos se ven saturados ante la demanda de la población y están desabastecidos de recursos (contaron con una reducción del 25% de su presupuesto). Los indicadores de salud están experimentando un deterioro importante, y han resurgido enfermedades infecciosas previamente controladas, como la malaria; el VIH ha experimentado un aumento en su incidencia en la población adicta a la drogadicción, así como la tuberculosis. De forma paralela, aumentan los casos de enfermedades psiquiátricas y los problemas sociales asociados a la situación de pobreza.
A pesar de que, a priori, pudiera parecer que el planteamiento teórico de la reforma avanza de forma positiva, al centrar sus esfuerzos en la creación de una red que fortalece la atención primaria, la forma de gestionar estos cambios está destruyendo la sanidad pública del país. Desde entonces, vienen convocándose huelgas y protestas multitudinarias desde todos los sectores afectados, especialmente el personal sanitario.
Por otro lado, esta reforma no propone soluciones para los más de 3 millones de ciudadanos (el 30% de la población), que han quedado sin cobertura médica por estar en situación de paro o deuda con la Seguridad Social durante más de un año. Para paliar esta situación, el Gobierno emite vales sanitarios para ciertos colectivos (discapacitados o familias con pocos ingresos), pero no son suficientes, por lo que, desde las administraciones locales, la Iglesia Ortodoxa Griega, junto a numerosos voluntarios y Organizaciones no Gubernamentales (ONG's) como Médicos del Mundo, están creando “centros de solidaridad” autogestionados, o “kifas”, donde se proporcionan los servicios sanitarios y medicamentos básicos de forma gratuita. Un ejemplo es la Clínica Comunitaria Metropolitana de Helliniko en Atenas, fundada en 2011. Desde su apertura, ha atendido a más de 4400 pacientes, entre ellos más de 300 menores de 3 años, y 126 enfermos oncológicos que recibían quimioterapia en coordinación con un hospital público, del que sus trabajadores son voluntarios y prestan sus servicios en estas “kifas” de forma gratuita. Su cofundador, Christos Sideris, plantea así el espíritu de Helliniko:
Aplicamos tres reglas básicas: no aceptamos dinero de nadie, no estamos adscritos a ningún partido político y no hacemos publicidad para nadie que nos ofrece ayuda. Solo aceptamos dinero de nuestros propios voluntarios, que en estos momentos son 250. Estos voluntarios recolectan dinero y lo entregan a la clínica. El consistorio local también nos ayuda. Todos los medicamentos que utilizamos son donados. Existen más de 40 clínicas comunitarias y farmacias como la nuestra en toda Grecia. No pueden resolver el problema, solo estamos aquí porque existe una necesidad. No podemos ni queremos suplantar un sistema público de sanidad.”
Clínica Comunitaria Metropolitana de Helliniko (Región de Ática, Grecia)
Grecia está en ruinas. Pero sus ciudadanos se rebelan contra esta situación, y, ante la desesperación y el abandono que sufren, responden con un grito de esperanza: economía cooperativa, redes de solidaridad y prácticas alrededor de los bienes comunes como vía de escape para una condena en vida.

R. Ortiz González-Serna


lunes, 23 de febrero de 2015

La mano que mece la cuna...

¿Sabes que significa TTIP? ¿Sí? ¿No? ¿Dudas? No te preocupes, pues en realidad, muy pocos saben de qué se trata, ya que los promotores del mismo se están encargando con mucho ahínco de que los afectados no nos enteremos de que existe y mucho menos, de qué es y cuáles serán sus repercusiones.


TTIP es el acrónimo en inglés de Transatlantic Trade and Investment Partnership, en español Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones. Se trata de una fantasía hecha realidad. La fantasía de las grandes corporaciones de toda índole (financieras, inmobiliarias, agroalimentarias, aseguradoras, sanitarias, y un largo etcétera), mientras que para el resto de la sociedad se trata de la peor de las pesadilla, la cual, lejos de convertirse en una simple mala noche, se prolongará y marcará nuestras vidas, muy probablemente, de forma irreversible. También podemos decir, como John Hylary, Director Ejecutivo de la campaña War on Want que estamos asistiendo a “un asalto a los ciudadanos europeos y estadounidenses por parte de las corporaciones transnacionales y sus gobiernos; así como al fin de la democracia”.



Este tratado de libre comercio e inversión se está negociando (desde hace casi dos años), en secreto, entre la UE y los EEUU.  Barack Obama anunció su deseo e intención de iniciar las negociaciones para alcanzar un acuerdo de esta índole en febrero de 2013, y en julio del mismo año tuvo lugar la primera ronda de negociaciones. En febrero de 2015, hace apenas dos semanas, se desarrolló la 8ª y se prevé que en 2016, el acuerdo estará aprobado. Lo poco que se sabe de la existencia de este tratado y de su contenido es gracias a las filtraciones efectuadas. La opacidad con la que se está llevando a cabo hace, que ni siquiera los miembros del Parlamento Europeo puedan acceder a los borradores de las conversaciones.  
Su principal finalidad es eliminar las “barreras reguladoras que limitan los beneficios de las corporaciones transnacionales a ambos lados del Atlántico” para conseguir incrementar sus ventas. ¿Cuál es el problema? Varios, aunque, quizás el más importante, que estas barreras son algunas de nuestras normativas más preciadas en materia de derechos sociales, medio ambiente, derechos laborales, normas de seguridad alimentaria, regulaciones sobre el uso de substancias químicas tóxicas, leyes de protección de la privacidad en internet e incluso las nuevas garantías en el ámbito bancario dirigidas a combatir crisis financieras como la que vivimos.

¿Y cómo se prevé que afecte a la sanidad de los europeos? Pues, teniendo en cuenta que la regulación de la UE en materia de sanidad es considerablemente más rígida que la estadounidense, lo que hará el TTIP es suavizar, minimizar o, directamente, dinamitar la legislación vigente en infinidad de ámbitos sanitarios: seguridad alimentaria, política farmacéutica, ejercicio de las profesiones sanitarias y, lo que podríamos decir más peligroso, la inversión de empresas privadas multinacionales en la prestación de los ya desmantelados y cada vez más privatizados, servicios sanitarios.

Los servicios públicos, especialmente nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS) y otros de la UE, están en la línea de fuego, ya que uno de los principales objetivos del TTIP es abrir los servicios públicos de salud, educación y agua a las compañías estadounidenses. Esto significaría esencialmente la privatización mayoritaria del SNS. A pesar de que la Comisión Europea ha apelado para que los servicios públicos queden fuera del tratado, de acuerdo con algunos medios británicos y españoles, tanto el Ministro de Comercio de Reino Unido como el de Economía de España han admitido que “las conversaciones sobre nuestros sistemas públicos de salud están encima de la mesa”, y que “ningún sector debe de quedar fuera de las negociaciones”.


Sin duda, estamos ante una grave amenaza que empeorará todas las acciones privatizadoras que, desde la década de los 90s, están demoliendo uno de los mejores y más eficientes sistemas sanitarios del mundo, el español. Una vez más, asistimos a la toma de decisiones por parte de los gobiernos de las llamadas “sociedades de bienestar” que responden a intereses económicos y no de la ciudadanía a la que representan, para generar espacios de negocio. Decisiones tomadas sin tener en cuenta que no hay ninguna evidencia científica de que los sistemas privados sean más eficientes. Por el contrario, si hay acuerdo e infinidad de datos que sostienen que “los sistemas sanitarios universales, con propiedad y gestión públicas y basados en la Atención Primaria (AP) son los que ofrecen mejores resultados en salud y también son los más eficientes, equitativos y humanos”.

 

No hay duda de que seguiremos hablando de este asunto y sus repercusiones hasta que conozcamos su desenlace (y más allá…..)

 
 



Begoña Hermida Val