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lunes, 16 de marzo de 2015

Los profesionales sanitarios advierten que los recortes perjudican seriamente la salud

Colapso. Saturación. Esperas. Malestar. Insatisfacción. Reclamaciones. Desborde. Quejas...
Éstos son algunos de los términos más empleados en los últimos meses para construir cualquier titular periodístico relacionado con la sanidad en la comunidad andaluza.
¿De qué estamos hablando?
De recortes que han afectado al cierre de camas y quirófanos, precarización laboral de los trabajadores sanitarios, colapso de las áreas de Urgencias, listas de espera de atención especializada kilométricas, centros hospitalarios construidos desde hace años sin funcionamiento, reformas y promesas de otros tantos que nunca se llevan a cabo...en definitiva, una asistencia sanitaria deficitaria, con un impacto negativo sobre la salud de la población.
En unas pocas líneas poco se puede decir sobre tanto. Las cifras hablan por sí solas: 978 euros/habitante destinados a gasto sanitario; 1.96 camas/1000 habitantes, una de las proporciones más bajas de todo el país; desde 2008, el Servicio Andaluz de Salud ha perdido más de 7000 trabajadores con contrato fijo, en parte por la ampliación del horario de los trabajadores a 37.5 horas semanales por imposición del Gobierno Central, y ha mantenido contratos eventuales al 75% del horario laboral estipulado; la Junta ha admitido tener una deuda de más de 800 millones de euros con sus proveedores; y, en cuanto a la calidad asistencial, los andaluces son de los que peor valoración dan a su sanidad (en concreto, el servicio de Urgencias es el que peor valoración recibe, un 5.78/10).
Como ejemplo, me gustaría mostrar, desde mi humilde visión, algo en relación al reflejo que estas cifras tienen en la realidad, a través de la situación actual en las Urgencias intrahospitalarias, por ser el ámbito que, por suerte o por desgracia, me ha tocado vivir en primera persona.
Soy médico interno residente (MIR) en primer año de formación, que, después de haber cursado una carrera universitaria de seis años de duración, en la que el aprendizaje práctico es una mera anécdota y donde, hasta hace pocos años, no existía formación específica obligatoria sobre asistencia en urgencias y emergencias (Modelo Tipo de Plan de estudios de Licenciatura de Medicina antiguo y Modelo Tipo de Plan de estudios del actual Grado de Medicina). A este largo recorrido le siguió otro año más de preparación del examen MIR, en el que, por suerte, conseguí la plaza que ansiaba.
Y, en junio, tras una única jornada de ocho horas escasas de tutorización básica sobre manejo del programa informático y burocratización... comencé las temidas guardias en Urgencias.
Urgencias del Hospital Reina Sofía (Córdoba)

Eramos hasta seis residentes de primer año y un residente de segundo año atendiendo las consultas polivalentes, donde podíamos recibir pacientes de alta complejidad, para los que, a todas luces, no estábamos lo suficientemente preparados para atender, y donde contábamos con varios adjuntos que , al mismo tiempo que atendían los casos más banales, nos asesoraban (hasta las nueve de la noche los días laborables y hasta las tres del mediodía los días festivos; fuera de este horario, únicamente eran dos o tres adjuntos los que estaban disponibles), pero casi en ningún momento bajo tutorización directa, contraviniendo el Real Decreto, aunque también hay que mencionar que existen hospitales en los que sí se cumple la normativa.
La organización del resto de los profesionales sanitarios también dejaba que desear... personal de enfermería y auxiliares compartidos para varias consultas o celadores ausentes porque no terminaban de trasladar pacientes.
¿Y qué resultado tiene todo esto? Tiempos de espera intolerables, presión asistencial insoportable, saturación de salas de espera y de observación, pérdida de calidad en la asistencia con multitud de quejas por parte de los usuarios, e, incluso, trágicas consecuencias de las que se han hecho eco en la prensa.

Si bien es cierto que, en enero de 2015 se ha aprobado un nuevo Plan Andaluz de Urgencias y Emergencias para subsanar estos problemas, desde distintos colectivos, como el CSIF, los propios residentes, o los defensores del pueblo, se posicionan en contra de las nuevas medidas, ya que, a pesar de que, teóricamente, pueda tratarse de medidas adecuadas, se ha recortado en la dotación de personal apropiada y la adecuación de las instalaciones en concordancia a lo propuesto, todo ello por la falta de coordinación en las labores de gestión y administración sanitaria, la escasa inversión en formación continuada de los profesionales o la falta de una actitud más activa por parte de los líderes políticos. Estos se escudan en la crisis de 2008 para justificar la decadencia del sistema, pero, realmente, ¿es la crisis la causante del deterioro de los servicios sanitarios andaluces? o, más bien, ¿es la crisis la que ha puesto de manifiesto la necesidad de un cambio en una sanidad andaluza ya deficitaria anteriormente?


R. Ortiz González-Serna

miércoles, 25 de febrero de 2015

De perdidos a las "Kifas"

La crisis financiera global de los últimos años ha afectado a Grecia en mayor medida que al resto de países. Desde 2009 vio incrementada su deuda pública desde un 3.4% a un 12.7%; en 2010 sufrió su primer rescate comunitario y, tan sólo dos años más tarde, necesitó un segundo rescate. Hoy, ya en 2015, la deuda pública griega asciende al 185% del PIB.
Desde la Unión Europea (UE), se les han impuesto duras medidas y recortes presupuestarios cuyos efectos sobre la sociedad han sido más que devastadores: más del 27% de la población adulta está en paro, un 35.7% se considera población en riesgo de exclusión, y, en el ámbito político, comienzan a emerger formaciones políticas de extrema izquierda e incluso de ultraderecha, que contribuyen a enrarecer la situación social y política del país.
Dentro de las medidas impuestas, y ante el colapso de la sanidad (deuda hospitalaria astronómica a proveedores, desabastecimiento farmacéutico, y sobresaturación de los servicios de salud) en 2014, el Parlamento griego aprobó la ley que reformaba su sistema sanitario, cuyo principal objetivo establecía la sustitución del sistema de policlínicas especializadas por una red más centrada en la atención primaria. Según datos del Ministerio de Sanidad, de los más de 72.000 médicos griegos (1 por cada 145 ciudadanos), únicamente el 3.5% son médicos generales, frente a la media europea de hasta un 10% de médicos de cabecera. Para mejorar este punto, pretendían fortalecer la plantilla de médicos a través de médicos internistas y pediatras. Uno de los puntos más controvertidos de esta ley es el que modifica por completo al Organismo Nacional de Atención Médica (EOPYY), que pasa de ser el prestador de servicios médicos a comprador de éstos, pues su única función será la de contratar médicos ajenos al sistema, o clínicas privadas donde derivar a pacientes que el sistema público no pueda atender. Cerca de 6.000 facultativos que antes trabajaban con contratos de media jornada en las policlínicas pasan al cupo de reserva laboral, recibiendo el 75% de su sueldo durante un máximo de 8 meses, al final de los cuales, habrán sido asignados a otro puesto o despedidos.

Una de las policlínicas clausuradas
No nos engañemos, ésto es un paso hacia la privatización de la sanidad pública griega, donde el EOPYY se convierte en una aseguradora, que compra los servicios, en nombre del asegurado, a proveedores ajenos para ofrecer atención primaria y especializada. La ley de 2014 no es más que el culmen de una serie de medidas asfixiantes para la sanidad pública: el gasto sanitario total se redujo al 6% del PIB, y el gasto farmacéutico cayó a menos de la mitad, instaurándose el copago farmacéutico. Los hospitales públicos se ven saturados ante la demanda de la población y están desabastecidos de recursos (contaron con una reducción del 25% de su presupuesto). Los indicadores de salud están experimentando un deterioro importante, y han resurgido enfermedades infecciosas previamente controladas, como la malaria; el VIH ha experimentado un aumento en su incidencia en la población adicta a la drogadicción, así como la tuberculosis. De forma paralela, aumentan los casos de enfermedades psiquiátricas y los problemas sociales asociados a la situación de pobreza.
A pesar de que, a priori, pudiera parecer que el planteamiento teórico de la reforma avanza de forma positiva, al centrar sus esfuerzos en la creación de una red que fortalece la atención primaria, la forma de gestionar estos cambios está destruyendo la sanidad pública del país. Desde entonces, vienen convocándose huelgas y protestas multitudinarias desde todos los sectores afectados, especialmente el personal sanitario.
Por otro lado, esta reforma no propone soluciones para los más de 3 millones de ciudadanos (el 30% de la población), que han quedado sin cobertura médica por estar en situación de paro o deuda con la Seguridad Social durante más de un año. Para paliar esta situación, el Gobierno emite vales sanitarios para ciertos colectivos (discapacitados o familias con pocos ingresos), pero no son suficientes, por lo que, desde las administraciones locales, la Iglesia Ortodoxa Griega, junto a numerosos voluntarios y Organizaciones no Gubernamentales (ONG's) como Médicos del Mundo, están creando “centros de solidaridad” autogestionados, o “kifas”, donde se proporcionan los servicios sanitarios y medicamentos básicos de forma gratuita. Un ejemplo es la Clínica Comunitaria Metropolitana de Helliniko en Atenas, fundada en 2011. Desde su apertura, ha atendido a más de 4400 pacientes, entre ellos más de 300 menores de 3 años, y 126 enfermos oncológicos que recibían quimioterapia en coordinación con un hospital público, del que sus trabajadores son voluntarios y prestan sus servicios en estas “kifas” de forma gratuita. Su cofundador, Christos Sideris, plantea así el espíritu de Helliniko:
Aplicamos tres reglas básicas: no aceptamos dinero de nadie, no estamos adscritos a ningún partido político y no hacemos publicidad para nadie que nos ofrece ayuda. Solo aceptamos dinero de nuestros propios voluntarios, que en estos momentos son 250. Estos voluntarios recolectan dinero y lo entregan a la clínica. El consistorio local también nos ayuda. Todos los medicamentos que utilizamos son donados. Existen más de 40 clínicas comunitarias y farmacias como la nuestra en toda Grecia. No pueden resolver el problema, solo estamos aquí porque existe una necesidad. No podemos ni queremos suplantar un sistema público de sanidad.”
Clínica Comunitaria Metropolitana de Helliniko (Región de Ática, Grecia)
Grecia está en ruinas. Pero sus ciudadanos se rebelan contra esta situación, y, ante la desesperación y el abandono que sufren, responden con un grito de esperanza: economía cooperativa, redes de solidaridad y prácticas alrededor de los bienes comunes como vía de escape para una condena en vida.

R. Ortiz González-Serna