Colapso. Saturación.
Esperas. Malestar. Insatisfacción. Reclamaciones. Desborde.
Quejas...
Éstos son algunos de los
términos más empleados en los últimos meses para construir
cualquier titular periodístico relacionado con la sanidad en la
comunidad andaluza.
¿De qué estamos
hablando?
De recortes
que han afectado al cierre de camas y quirófanos, precarización
laboral de los trabajadores sanitarios, colapso de las áreas de
Urgencias, listas de espera de atención especializada kilométricas,
centros hospitalarios construidos desde hace años sin
funcionamiento, reformas y promesas de otros tantos que nunca se
llevan a cabo...en definitiva, una asistencia sanitaria deficitaria,
con un impacto negativo sobre la salud de la población.
En unas pocas líneas
poco se puede decir sobre tanto. Las cifras hablan por sí solas: 978
euros/habitante destinados a gasto sanitario; 1.96 camas/1000
habitantes, una de las proporciones más bajas de todo el país;
desde 2008, el Servicio Andaluz de Salud ha perdido más de 7000
trabajadores con contrato fijo, en parte por la ampliación del
horario de los trabajadores a 37.5 horas semanales por imposición
del Gobierno Central, y ha mantenido contratos eventuales al 75% del
horario laboral estipulado; la Junta ha admitido tener una deuda de
más de 800 millones de euros con sus proveedores; y, en cuanto a la
calidad asistencial, los andaluces son de los que peor
valoración dan a su sanidad (en concreto, el servicio de
Urgencias es el que peor valoración recibe, un 5.78/10).
Como ejemplo, me gustaría
mostrar, desde mi humilde visión, algo en relación al reflejo que
estas cifras tienen en la realidad, a través de la situación actual
en las Urgencias intrahospitalarias, por ser el ámbito que, por
suerte o por desgracia, me ha tocado vivir en primera persona.
Soy médico interno
residente (MIR) en primer año de formación, que, después de haber
cursado una carrera universitaria de seis años de duración, en la
que el aprendizaje práctico es una mera anécdota y donde, hasta
hace pocos años, no existía formación específica obligatoria
sobre asistencia en urgencias y emergencias (Modelo
Tipo de Plan de estudios de Licenciatura de Medicina antiguo y
Modelo
Tipo de Plan de estudios del actual Grado de Medicina). A este
largo recorrido le siguió otro año más de preparación del examen
MIR, en el que, por suerte, conseguí la plaza que ansiaba.
Y, en junio, tras una
única jornada de ocho horas escasas de tutorización básica sobre
manejo del programa informático y burocratización... comencé las
temidas guardias en Urgencias.
Urgencias del Hospital Reina Sofía (Córdoba) |
Eramos hasta seis
residentes de primer año y un residente de segundo año atendiendo
las consultas polivalentes, donde podíamos recibir pacientes de alta
complejidad, para los que, a todas luces, no estábamos lo
suficientemente preparados para atender, y donde contábamos con
varios adjuntos que , al mismo tiempo que atendían los casos más
banales, nos asesoraban (hasta las nueve de la noche los días
laborables y hasta las tres del mediodía los días festivos; fuera
de este horario, únicamente eran dos o tres adjuntos los que estaban
disponibles), pero casi en ningún momento bajo tutorización
directa, contraviniendo el Real
Decreto, aunque también hay que mencionar que existen hospitales
en los que sí se cumple la normativa.
La organización del
resto de los profesionales sanitarios también dejaba que desear...
personal de enfermería y auxiliares compartidos para varias
consultas o celadores ausentes porque no terminaban de trasladar
pacientes.
¿Y qué resultado tiene
todo esto? Tiempos de espera intolerables, presión asistencial
insoportable, saturación de salas de espera y de observación, pérdida de calidad en la asistencia con multitud de quejas por parte de los usuarios, e, incluso, trágicas
consecuencias de las que se han hecho eco
en la prensa.
Si bien es cierto que, en
enero de 2015 se ha aprobado un nuevo Plan
Andaluz de Urgencias y Emergencias para subsanar estos problemas,
desde distintos colectivos, como el CSIF,
los propios residentes,
o los defensores
del pueblo, se posicionan en contra de las nuevas medidas, ya
que, a pesar de que, teóricamente, pueda tratarse de medidas
adecuadas, se ha recortado en la dotación de personal apropiada y la
adecuación de las instalaciones en concordancia a lo propuesto, todo
ello por la falta de coordinación en las labores de gestión y
administración sanitaria, la escasa inversión en formación
continuada de los profesionales o la falta de una actitud más activa
por parte de los líderes políticos. Estos se escudan en la crisis
de 2008 para justificar la decadencia del sistema, pero, realmente,
¿es la crisis la causante del deterioro de los servicios sanitarios
andaluces? o, más bien, ¿es la crisis la que ha puesto de
manifiesto la necesidad de un cambio en una sanidad andaluza ya deficitaria anteriormente?
R. Ortiz González-Serna
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